¿Por qué hace unos años no existía el autismo y ahora parece que vivimos una epidemia?
Es una pregunta difícil de contestar, y aunque ya lo intenté en su día relacionándolo con la hipermodernidad, he descubierto un artículo que me ha explotado la cabeza, cambiando totalmente mi percepción del autismo.
Lo hemos traducido (gracias, Eva) y adaptado. Está disponible gratis aquí:
Intentaré resumirlo:
Tu autismo es una máquina de hacer dinero... para otras personas. Y ese autismo tiene poco que ver con tu existencia autista.
De hecho, el autismo no existe.
¿Qué es el autismo?
El lenguaje crea realidades y cómo definamos el autismo va a determinar imaginería concreta.
Para las personas autistas es una identidad, una cultura, en definitiva, la forma en la que habitamos el mundo, pero también la razón por la que nos discriminan.
Para otras personas será un trastorno del neurodesarrollo, una discapacidad, un mal a erradicar, un fallo a corregir, una enfermedad, un entretenimiento, un fetiche… y así hasta el infinito. El autismo es una categoría que tiene sentido en un contexto en el que se categoriza la existencia humana.
Y para el capitalismo, ¿qué es el autismo? Una mercancía.
AIC=COMPLEJO INDUSTRIAL DEL AUTISMO
El diagnóstico es el primer paso, y sirve para tokenizar nuestro cuerpos. Así, desprovistos de significado humano, la vivencia es irrelevante y se comercia con el autismo descorporalizado.
De ahí también la insistencia de muches en separar el autismo y la persona a través del lenguaje (persona CON autismo, abriendo la posibilidad a persona SIN autismo).
Es muy probable que tu no veas nada de ese dinero (más bien plusvalía), pero hay toda una industria lucrándose de ello. Es más, es posible que a ti se te cargue el peso económico de pagar por ese diagnóstico y una serie de acomodaciones que te harían la vida más fácil: cascos canceladores, sesiones de terapia, fidgets, etc.
Se te está convirtiendo en producto de consumo y consumidor. Win-win para el capitalismo.
Todo esto no me lo he inventado yo, se trata de un artículo científico (y posterior libro) sobre la industria del autismo, algo que Alicia A. Broderick y Robin Roscigno han denominado Complejo Industrial del Autismo (en inglés, AIC). Aquí en castellano (gratis):
1. Cultura de la intervención
Como decía, el lenguaje crea realidades, y ha sido necesaria una narrativa para convencernos de que el autismo necesita terapia (y una cura, ejem…). Es lo que se llama: cultura de la intervención.
Por tanto, si vemos el autismo como el enemigo, una epidemia que corrompe a la persona y les autistas como seres rotos o imperfectos, se establece la lógica de la intervención, por la cual se deben aplicar todo tipo de terapias (ABA, ocupacionales, médicas, etc) para tratar de corregir a la persona (y así salvarla).
La lógica de la intervención se nutre del capacitismo.
a) El ciclo del ABA
El ABA es la terapia más común en personas autistas a nivel global, y en Estados Unidos ha generado su propio lobby. Este lobby consiguió que en 2019 esta intervención fuera la única reconocida como válida y basada en evidencia científica —al parecer no tuvieron en cuenta las evidencias de estrés post-traumático— en 50 estados del país. Gracias al reconocimiento institucional, las sesiones de ABA son las únicas que pueden cubrirse con una póliza de seguros.
Cada sesión llevada acabo por “técnicos del comportamiento” cuesta entre 120 y 150 dólares. Ese técnico habrá pagado a su vez un carísimo diploma al Behavior Analysis Certification Board (BACB) para que lo certifique. El BACB también da el visto bueno a consultorías que asesoran colegios públicos, de manera que el dinero público acaba en manos privadas.
Y nada mejor para garantizar ese flujo de dinero que vender prevención. Esa es la intervención que realmente mueve dinero, porque el autismo no se puede prevenir, de manera que es un pozo sin fondo: test genéticos, dietas, terapias comportamentales, fármacos, etc.
En cambio, los apoyos que pueden ser algo tan barato como pictogramas o softwares de comunicación aumentativa que, si bien pueden parecer caros, generan una independencia del sistema a la postre.
En resumen, la mercantilización del autismo y la lógica de intervención hacen que terapias como el ABA estén consolidadas y se puedan adquirir en forma de servicio. Pero quien lo consume no somos las personas autistas, sino progenitores, cuidadores, etc.
b) Pero yo no consumo ABA
La cultura de la intervención va más allá del ABA, no todes consumimos su servicio, pero podemos consumir otros productos o servicios: series, películas, psicoterapia, libros, camisetas, fidgets, información, másters, el autismo como identidad (si Autismo España S.A. se apropia de ello es porque vale dinero) …
C) ¿La panacea?
Me gustaría terminar este texto con una solución milagrosa a este monstruo que llamamos AIC (Complejo Industrial del Autismo), pero no lo tengo. Es el mercado, amigo. Es el capitalismo mercadeando y explotando los cuerpos como siempre ha hecho. Ni siquiera las personas autistas somos el público potencial, por lo que nuestra fuerza como consumidores es muy pequeña aquí.
Sin embargo, aun a riesgo de pertenecer a él y de legitimar el Complejo del Autismo Industrial, me gustaría que en este 2 de abril apoyes proyectos autistas y neurodivergentes en primera persona.
AUTISMO: Consúmase con moderación y de manera crítica.
Referencias
Broderick, Alicia & Roscigno, Robin. (2021). Autism, Inc.: The Autism Industrial Complex. Journal of Disability Studies in Education. 2. 1-25. DOI: 10.1163/25888803-bja10008.
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