Cultura Loca
AC: capacitismo y mención a la violencia psiquiátrica
Este 3 de junio se ha celebrado en España el Día del Orgullo Loco para promover un cambio de paradigma acerca de la salud mental. El lema de este año es:
“Las psiquiatrizadas desatamos nuestra voz”
¿Qué rostro tiene la locura? ¿Qué mirada? ¿Quizás, la de alguno de los autoretratos de Van Gogh o El Grito de Munch?
Muchas personas han intentado definir, romantizar, satirizar, estigmatizar, etc., la locura.
Pero la locura no existe a nivel fisiológico ni comportamental, es y ha sido un constructo biopolítico y cultural.
Es decir, la locura se ha diagnosticado históricamente bajo distintas nomenclaturas (véase el caso de la histeria) que han servido para señalar la otredad.
Lo único que han tenido en común todas esas personas señaladas como locas es no cumplir con las expectativas sociales.
Volviendo a los ejemplos de obras pictóricas como Van Gogh o Munch como referencias visuales de la locura, la realidad es que no es una buena muestra. Sí, es probable que hayan contribuido a la conceptualización de la locura en el imaginario colectivo, pero, si la locura pudo tener en algún momento un rostro, ese fue el de una mujer.
Historia de la histeria
La psiquiatría, tal y como la conocemos, nació en el siglo XIX y tuvo un auge social de la mano del médico francés Jean-Martin Charcot (1825-1893). Su mayor contribución fue la invención de la histeria como categoría diagnóstica. El concepto de la histeria ya existía de antes, desde la Grecia clásica, pero fue Charcot quien creó un criterio diagnóstico específico y una terapia milagrosa para curarla. Es más, en sus clases, a las que acudían alumnos como Sigmund Freud (1856-1939) o Gilles de la Tourette (1857-1904), montaba una suerte de teatrillo donde sus pacientes performaban la histeria.
Por aquel entonces, la psiquiatría tenía más que ver con la antropología que con la medicina y buscaba aislar la alteridad. El problema es que carecía de herramientas que pudieran sostener su discurso ante la medicina basada en la evidencia.
En esa búsqueda de aprobación por parte de la ciencia ortodoxa, la psiquiatría se apropió del diagnóstico médico (y de la fotografía). Como podréis imaginar, esto le dio cierta oficialidad, alejándolos de la mera especulación, para acercarse a algo que a la postre resultaría perjudicial: la patologízación del ser. Lo que antes era estudiar al ser humano, se convirtió en una autopsia en manos de personas que usaban técnicas de hipnosis.
La histeria ha servido de cajón de sastre
Su definición era líquida, fluctuaba, pero lo que sí estaba claro es que era una dolencia femenina e incapacitante, perfecta para sacar a una mujer de la sociedad y aislarla. De hecho, bajo la dirección de Charcot, el hospital de Salpêtrière llegó a tener alrededor de 5000 camas ocupadas por mujeres.
¿Y cómo eran esas mujeres? Ancianas, desclasadas, pobres, discapacitadas, estériles, migrantes, autistas, inteligentes, con discapacidad intelectual, …, no había un perfil más allá de no cumplir con lo que la sociedad no esperaba de ti.
En aquella época no era extraño que, para emparejarse de nuevo, el marido encerrará en un sanatorio a su esposa.
Y llegamos al día de hoy cuando es más probable que te receten ansiolíticos a chequear el origen de tu dolencia. De aquellos barros, estos lodos.
Según la RAE, loco es sinónimo de ausencia de razón, prostituta, de poco juicio y muchas emociones. Lo cual a su vez engarza con la patologización de las emociones que sufrimos aún a día de hoy, su contraposición a la razón y su histórica asociación con lo femenino.
Esto me hace preguntarme que, si las personas locas son mujeres femeninas y emocionales, las cuerdas, por contraposición, serán varones masculinos y sin empatía. ¿Nos os suena esto último a las definiciones de Asperger y Baron-Cohen del autismo?
Cerrando el círculo, me gustaría reivindicar la mirada de Leonora Carrington, que utilizó su arte para huir de su encierro. Ella era una mujer talentosa, que huyó de casa joven y perdió a su persona amada en la guerra, lo cual la convirtió automáticamente en una mujer histérica. En su cuadro Transferencia (1963), Carrington plasma su experiencia en el sanatorio de Santander, con un fondo inspirado por los arcanos del tarot y con su psiquiatra en primer plano.
Para los surrealistas fue la que volvió del otro lado
Para el doctor Morales, una loca
Para quien observa sus cuadros, una artista.
Loca puede ser cualquiera, pero no cualquiera es una loca.
Volviendo al lema del Orgullo Loco de este año: “Las locas desatamos nuestra voz”, no hay nada más poderoso que la voz de una persona silenciada como es el caso de las locas o les autistas.