Los cambios vitales y corporales son complicados para cualquier persona. Etapas de transición, como la pubertad, pueden convertirse en un tormento para autistas. Y yo me pregunto, ¿qué ocurre durante la menopausia en autistas? ¿es distinta de las personas neurotípicas? Se conoce y habla demasiado poco de esta etapa, menos aún en autistas. Por eso, conocemos hoy esta historia personal al respecto.
La menopausia me descubrió quién soy
Escrito por: Sra. Espectra
La menopausia me descubrió que soy neurodivergente, y lo hizo sin miramientos. Soy una mujer en la cincuentena y hace dos años entré en una crisis que ha puesto mi vida patas arriba.
Al principio, me diagnosticaron un Trastorno de Ansiedad Generalizado (TAG), luego TDAH, y hace pocos meses TEA nivel 1. Solo ahora he sido capaz de entender qué me pasó, y qué me está pasando, porque ya no soy la misma.
Mi sospecha es que la menopausia fue el detonante de un burnout autista que llevaba mucho tiempo cocinándose. Y que no ha sido el primero, por cierto.
Quiero contar mi historia porque pienso que puede ser útil para otras personas, igual que a mí las vivencias ajenas me han ayudado a entender las mías. No soy experta y sé que mi experiencia no puede generalizarse, esta es solo mi historia.
1. Perimenopausia
¿Por qué es importante la menopausia? Porque durante la menopausia, las personas que menstruamos dejamos de producir estrógenos. Los estrógenos son hormonas clave para el metabolismo y afectan al funcionamiento de todo el organismo. Cada persona vive esta (brutal) transición de manera diferente y con distinta intensidad.
Antes de todo esto, yo vivía sola. Tenía un trabajo muy exigente en un entorno súper estresante al que dedicaba toda mi energía, o sea, muchas horas extra para compensar una cabeza bastante disfuncional en cuanto a organización y concentración.
Llegaba tan agotada a casa que no entendía cómo la gente se las apañaba para tener pareja, hijos o incluso perro. Pero yo, al mal tiempo buena cara, debilidades las justas. Así me ha ido.
Las cosas comenzaron a ponerse interesantes en la perimenopausia:
Desde los 40 años tuve migrañas hormonales 1-2 días antes del período. También cuando me exponía a luces parpadeantes, sirenas y ruidos fuertes.
Pasé por muchos altibajos emocionales.
A partir de los 45 años fui subiendo de revoluciones: la cabeza no me dejaba descansar, perdí peso y me apunté a clases de todo. Estaba cada vez más hiperactiva e impulsiva.
También, para mi sorpresa, fue una época de libido altísima y sentido común bajísimo, de búsqueda de sensaciones extremas. Yo no tuve problemas, pero, ojo, que es muy fácil en ese estado encontrarse en situaciones de vulnerabilidad.
2. Menopausia
A los 50 años me llegó la menopausia. El cuentarrevoluciones llegó al rojo, hasta que un día comencé a romperme en pedazos, y estuve en caída libre un año. Tuve que cogerme la baja médica. Así empecé:
Falta total de concentración. No podía leer, escribir ni pensar.
Mi estado mental discurría entre el llanto, la ira, la preocupación, quedarse dormida, y vuelta a empezar.
Mi cabeza se había ido acelerando hasta convertirse en un sindiós de imágenes y pensamientos sin control… No había descanso. Afortunadamente, mi psiquiatra de la Seguridad Social sospechó del TDAH y comenzó a tratarme. Ahora sé que se puede cerrar los ojos y ver negro, o manchas. Nunca me había pasado.
Dolor en el pecho, tics y convulsiones. Mucha agitación física. Mi psiquiatra describió el cuadro de ansiedad como “muy aparatoso”.
3. Burnout
Después, recuerdo poco de los primeros meses de baja. Ahí ya estaba, sin entender nada, en pleno burnout autista; un estado de agotamiento extremo que conlleva pérdida de habilidades y una mayor manifestación de los rasgos autistas. Esto es lo que me pasó:
Agotamiento. Escribo “duermo mucho, algunos días 20 horas”.
También escribo “gorila en la niebla”. He tenido momentos de mucha irrealidad. Mirar el banco de la cocina, ver un bol, una lechuga y un pepino y buscarle significado, como un jeroglífico. Bloquearme con algo cotidiano y decirme: ¡pero si esto es fácil! Como no podía seguir el hilo de los pensamientos, comencé que dibujar lo que quería hacer.
También leo: “Mi casa es una gorrinera, y yo la marrana”. Estuvo así hasta que mi madre me rescató.
Durante mucho tiempo pensé que tenía demencia o Alzheimer. Después aprendí que no soy la primera que lo ha pensado durante la menopausia, y luego resultó ser un TDAH de caballo.
Al parecer, la caída de estrógenos, si te falta dopamina, te deja en bragas con las funciones ejecutivas.
Me pillaba haciendo cosas “raras”, como balancearme o rascarme el cogote en el sofá con la boca abierta o cerrando mucho los puños de las manos y dedos de los pies.
Mi cama por las mañanas parecía un campo de batalla.
4. La luz al final del túnel
Tuve que irme a vivir con mi madre por no poder hacerme cargo de lo más básico.
Pasaron los meses y fui recuperando habilidades poco a poco. Aparentemente también hubo episodios de manía porque mi psiquiatra sospechó durante tiempo un trastorno bipolar. A estas alturas llevamos probados muchísimos medicamentos que me sientan poco, raro, mal o al revés. Mi familia me tuvo que llevar a urgencias más de una vez, y me vieron perder el control con crisis de ansiedad. Pero iba mejorando y me instalé en el pueblo, pues necesitaba estar sola y en silencio. Aquí llevo ya un año.
Este año me diagnosticaron TEA y ese fue el principio de la recuperación. Era la pieza que faltaba del rompecabezas. Comencé terapia con una especialista y estoy viendo la luz.
Pero las cosas no son como eran, ni lo volverán a ser:
He vuelto a leer y a escribir, aunque me cuesta (esto, más de una semana). Continúo dibujando cosas.
No memorizo, pero ya soy capaz de hacerme esquemas.
Tengo poca concentración. Sin embargo, los proyectos manuales me ayudan mucho.
La ansiedad sigue ahí, pero no tan intensa, ni los tics. Solo he tenido ataques últimamente cuando me he encontrado enferma. Sigo tomando ansiolíticos.
Me abruman las multitudes, usar el transporte público… Antes viajaba mucho, aún no me atrevo.
Me cuesta un esfuerzo enorme relacionarme. Las visitas me agotan. Salgo lo justo.
He vuelto a conducir, pero solo trayectos cortos y conocidos; jamás de noche, las luces me aturullan.
Me he vuelto hipersensible a los ruidos.
Voy por casa con tapones para no oír la nevera. Me vine al campo por el silencio, la ciudad se me hace insoportable.
Me apoyo en personas de confianza para tomar decisiones y leer situaciones. He perdido algunos filtros sociales.
Me ha cambiado el sentido del gusto y del olfato, el apetito…
Emocionalmente, voy del todo a la nada. Estoy aprendiendo a disociar menos.
La medicación del TDAH me ha ayudado a “apagar la tele” y estoy haciendo un tipo de meditación en movimiento para aprender a inducirme estados de calma. Duermo con somníferos.
Mi futuro laboral está en el aire.
En definitiva, la menopausia sacó a la autista que llevaba dentro y por fin me estoy replanteando una vida que me estaba destruyendo.
Estoy saliendo de esta crisis profundamente cambiada. Ahora toca construirme una vida a medida de quien soy, no al revés.
Si te ha gustado este artículo, te encantará el libro “¿Yo?¿Autista?” de Alejandra Aceves
Disponible para España y Europa:
Nos marchamos ya muy pronto al 1º Congreso Hispanoamericano Autista que organiza en Guadalajara, México. ¡¡Qué nervios!! ✨✨✨
Descubre además otros testimonios en primera persona en la revista autista.
Because I had read a lot about menopause long before perimenopause in my 40's, I expected my experience to be much more traumatic than it turned out to be. But then, I'd never really had many problems with the bad cramps and heavy bleeding that so many of my contemporaries had (including my mother and two sisters and several cousins).
However, I did feel noticeable changes in my ability to memorize -- as an amateur actor, having a good memory was important. As an English instructor, I sometimes had gaps in my attention while I was teaching that bothered me, too.
It would be interesting to know what experience other post-menopausal autistic women had while going through "the change". In many ways, for me it was liberating because I didn't feel the loss of fertility and the lessening of estrogen because I suspect (with no proof, only my own feeling) that I had never produced as much estrogen as many girls and women I knew.
Of course, it may have been autism more than low estrogen that made me often feel that I had little in common with more feminine women.
I feel for what you experienced, Alejandra, because I have observed other women who felt the changes so brutally. I wish you health and strength as you go forward into the next stage of womanhood!